miércoles, 19 de agosto de 2020
lunes, 29 de junio de 2020
Letras por la Diversidad - Día Internacional del Orgullo LGBT+
Letras por la Diversidad
Evento virtual de la Red Literaria del Sureste México - Nuestra América en celebración por el Día Internacional del Orgullo LGBT+
Presentación del evento Letras por la Diversidad, organizado por nuestro compañero Juan Manuel Medina.
Esperamos que disfruten cada una de las obras, novelas, cuentos, relatos, poemas y recomendaciones de Letras por la Diversidad que nos compartieron los invitados en esta actividad.La literatura también es una forma de expresión de la diversidad y aquí les compartimos algunos ejemplos.
Ver videoclips
Agradecemos su participación
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lunes, 22 de junio de 2020
"Más allá del encierro. Una fuga entre los sueños y el recuerdo"
Mesa virtual de creadores de la Red Literaria del Sureste México Nuestra América
"Más allá del encierro. Una fuga entre los sueños y el recuerdo"
Compartimos la mesa virtual de creadores de la Red Literaria del Sureste México Nuestra América, llevada a cabo el día 8 de junio de 2020. Coordina y moderada: Carmen Espinosa Alvarado Participaron: Suharini Carrillo, Miguel Núñez, Isabel Cetina, Gabriela Pérez, Gerardo Cetina y Elvia Benítez.
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sábado, 13 de junio de 2020
La casa es el recuerdo por Elvia Benítez Guerrero
La casa es el recuerdo
“oí un ruido de sollozos y sola estaba la abuela”
Rubén Darío
“¿Faltarán los lirios
a la primavera
el canto a la moza
y el cuento a la abuela…?”
Antonio Machado
Finalmente hoy abrí la
casa,
descorrí las cortinas,
permití que la luz de
la mañana
soplara el polvo de
sus mitos,
que los candados
viejos despertaran su muerte.
Caminé por entre las
vitrinas, los sillones,
el estante de pino, la humedad, los recuerdos,
igual que se atraviesa un bosque solitario.
Barrer la casa,
acariciar los muebles,
sacudir las
porcelanas, las vajillas
desenfundar la máquina
de coser,
abrir cajones, para
que vuelva a respirar
la danza de tus hilos,
el universo creado con las telas
del mundo entre tus
dedos.
Como en aquellos días:
Las flores tiemblan en
el jardín bajo la lluvia,
y las tardes de marzo abanican el olor de tu
cocina.
Tu falda inquieta, tus
pasos pequeñitos,
rápidos como el mar,
como la brisa
como la espuma que
dibuja el horizonte.
De tu misterio brota
una sonrisa triste,
una cruz que tejes con
tus rezos,
mientras tu corazón es la colmena
donde todos tenemos un
hogar.
Es nuestra cama, el
consuelo de aquellos
que vagamos sin rumbo,
de los que comenzamos
a remar en el charco
que dejó la tormenta.
Todo está como antes,
aquí estás tú,
mirando hacia la puerta abierta de la calle,
saludando a todas las vecinas,
la colega que viene
del mercado,
la tía Tina en zabucán
de carcajadas
la bicicleta del
abuelo junto al muro
el muro azul de la
infancia,
de la felicidad, los
días eternos,
páginas inciertas de
la historia.
Junto a ti somos los
inmortales,
los que negamos la
memoria del odio,
los que absorbimos el
amor en tus rosas.
Somos esta fotografía
donde tú permaneces,
cabello negro y ojos
profundos,
manos de agua tibia
que son ángeles,
que son gaviotas al
amparo del océano,
Fluye un mar vespertino en remanso de olas,
en tu vestido de
pájaros y lágrimas,
en tu chal de
milagros.
Rebosa en las ventanas
la sal del mediodía,
te visitan los
muertos, las nubes, los enigmas…
aquella poesía que
declamas desgajándote
y la voz artificial de
Manuel
en el tocadiscos que
gravita el tiempo.
Yo te miro sin
preguntar cómo le haces
para llenar con tus
palabras mi alma- niña,
para cubrir de calidez
mis horas,
deshojar bugambilias que atraviesan un miedo
taciturno,
inventar la odisea de
mis fábulas,
revelación sublime de
inocencia.
Caigo en la filigrana
de tu espacio,
alfileres de seda,
mujeres de tul
multiplicadas,
velocidad de agujas al
canevá del tedio.
Me acurruco en el
centro de tu regazo fuerte,
un arrullo de luz, una
lámpara de pensamientos,.
cualquier pretexto
para soñar columpios
excavar en el parque
arqueologías,
reir de sed y despertar
llorando la tarea del miércoles,
sufrir los tamarindos
al cobijo del zapote.
Esta vida tan simple y
tan revuelta.
Abuela,
montaña de los
desamparados.
Refugio de mis días
inconclusos.
Déjame acariciar tus
manos diminutas
aburrirme de
telenovelas junto a ti,
mientras bordas
lentejuelas doradas
al escote del viento.
Son las seis de la
tarde.
Finalmente recoges el
mantel de tus años
los eslabones de tu
larga tristeza,
de tu alma enhilada
entre pesares,
hierro forjado a base
de silencio y tragedia.
Busco la llave de tus
atardeceres escondida en tus manos,
la luna de cristal,
abismo donde flota tu
melancolía.
Luego vendrán los
sueños,
las playas familiares,
guitarras taciturnas,
lejano parpadeo de
chocolate y ciénagas,
un café azucarado en
conversaciones,
cuando recogíamos
felicidad en grosellas del patio,
verano en jugo de
ciruela,
altar de maíz con
ritmo de gladiolas
y los pozos largos del
quinqué melancólico.
Presagio de voces que reconstruyen
designios en cada
zaramullo,
en cada gota de sol,
en cada herida.
La melcocha de gente
desenfunda rituales,
infinitas huellas de
los que se marcharon.
Toser, adormilarse,
bostezar, dejarlo todo,
explotar al grito de
gallos creadores del mundo.
Hasta que todos huyen,
corren hacia la vida incierta,
te dejan aprisionada
en el olvido
con tu álbum de
imágenes benditas,
tus caminos de arena
reconstruyendo el árbol,
el ombligo del
cotidiano cielo.
Abuelita
Sin ti somos estela de
barcos en la playa,
caracolas que tu
padre dibujaba en la espuma.
Nuestra vida es el
fuego consumiendo la casa,
un círculo que
lentamente deshace las orillas
y humedece todos
nuestros espejos.
Mujer hecha de coral y
de nostalgia,
Fuente de los arcanos,
Madre multiplicada,
Abuela para todos los
que somos esta tierra
este jarabe cocido en
la sartén del universo.
Aquí estaremos al
cerrar los candados,
en el recóndito edén
de tus inviernos,
en tu pequeño cajón de
añoranzas,
tu mano donde ruedan
las estrellas del cosmos
Totalmente canción
entre la hierba
caminas por las calles
del viejo malecón,
hacia la iglesia de tu
soledad,
hacia las tumbas
anchas de tus alrededores.
Tus pies blancos de
niña navegan en murmullos.
Vas a comprar tortillas
y regresas cargada de memoria.
Sirves los panes de la
última cena,
los pucheros cuajados
en el hogar del mundo,
los blancos manteles
del altar,
las cucharas para
sorber el fondo de nuestro último viaje.
Y continúas la
imposible misión de coser (y cocer) maravillas,
sostener un costal de
esperanza en tu espalda,
llevarle mariposas a
tus muertos,
la receta de tus
amaneceres.
un sorbo de tu alma.
Al filo de nuestra
eternidad inhabitable
permanecemos fijos
en el obturador de tus
pupilas.
Me quedaré en la casa,
en esta voz que es tuya,
en este río inútil que
me reconstruye,
esta interrogante de tu ausencia.
A veces los recuerdos
no deben despertarse,
y sin embargo
necesitamos el placer de su amargura
Necesitamos asfixiarnos de pena,
morder los frutos del
cenote matriz,
alimentar de óxido la
rabia.
Somos el sueño de
caminos que fueron,
mecedoras vacías,
páginas amarillentas
del destino,
eco de frases rotas
en libros polvorientos.
La casa es el recuerdo
de una fotografía
inacabada,
un rincón de siglos
detenidos,
donde torbellinos
desgajan nuestra sangre,
hundiendo barcos de
arena entre las hojas de un árbol infinito
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jueves, 14 de mayo de 2020
Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor 2020
En esta cuarentena no nos quedamos atrás y desde casa, quienes conformamos la de la Red Literaria del Sureste México - Nuestra América y amigos escritores, compartimos las siguientes palabras y actividades en el marco de la celebración del
Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor 2020
Jorge Luis Canché Escamilla
Miguel Ángel Núñez May
Juan Manuel de A. Medina López
Carmen Espinosa Alvarado
Luz María Vázquez
Gabriela Pérez
Guadalupe Gerónimo Salaya
Diamantina Ovárica (Colectivo Atorrantes Escritores MX)
Ale Cetina & Iss Crisxa
Cristóbal Léon Campos
Juan Manuel de A. Medina López
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lunes, 11 de mayo de 2020
Crisis de humanidad Los retos del porvenir frente a la pandemia
Les dejamos el siguiente artículo de nuestro compañero Cristóbal León Campos, publicado en la Revista de la Universidad de México de la UNAM:
Vivimos tiempos excepcionales, la pandemia del coronavirus nos llegado como un golpe de conciencia que advierte y amenaza a la vez, el reto para la humanidad consiste en reconocer de manera crítica todas aquellas acciones que nos han conducido a la situación que ahora vivimos; un confinamiento global en la era de mayor comunicación posible debido a los avances de la tecnología, es decir, una completa ironía, pues cuando más fácil nos resulta o resultaría poder entablar diálogos con personas que habitan en los confines más distantes según la geografía de cada quien, es precisamente el momento en el cual no podemos o no debemos por salud, mantener contacto físico con nuestros seres queridos, amigos, familiares, compañeros de trabajo y demás seres humanos que son parte de la cotidianeidad, estamos recluidos en el contorno de un sistema que nos apresa por su propia naturaleza.
La crisis de humanidad, que afrontamos desde tiempo atrás, ahora tiene con la aparición de nuevas pandemias (recuérdese a la influenza) un gran reto en pleno siglo XXI, época que, dicho de paso, fue ideada y soñada como aquella en que la humanidad habría superado muchos de los lastres que aún continuamos sufriendo, en la literatura como en textos científicos hay testimonios de lo anterior, visiones futuristas alcanzaron a señalar el desarrollo tecnológico, pero también supusieron el malestar de nuestros pueblos por acciones equívocas o contrarias para el bienestar. Hoy vivimos como espejo algunas de esas advertencias que no escuchamos, lo sorprendente que resultan muchos de los inventos más novedosos de la ciencia y la tecnología quedan inservibles ante la mutación de un virus, mutación que además en muchos casos que registra la historia ocurre por la manipulación de seres humanos. La ponderación de lo que se ha llamado “progreso” y equiparado con bienestar fracasó innegablemente, pero hasta la fecha gobiernos y políticas capitalistas se empeñan en la terquedad buscando que la ecuación funcione. La realidad es que la humanidad se ha llevado al borde de sí misma por la depredación de la naturaleza, la desarticulación de la seguridad social (salud, trabajo, hogar) y el deseo de acumulación a que conduce la avaricia inscrita en el ADN del propio sistema. La pandemia mayor es la vorágine capitalista desde hace siglos.
Revertir el daño que se ha causado al medio ambiente y a la humanidad en general no consiste únicamente en seguir al pie de la letra las indicaciones que ahora asumimos y acatamos por salud social para el combate de la pandemia del coronavirus, requerimos replantear desde la raíz la forma de relacionarnos como seres humanos con nuestro entorno natural, y no hacerlo desde la profundidad de las entrañas del propio sistema que nos rige. Dicho de otra manera, hay que desgranar cada uno de los elementos sistémicos que nos han llevado a esta situación, cuestionarlo todo para poder ir rearmando el rompecabezas social desde una estructura basada en una lógica diametralmente opuesta al capitalismo que ahora nos oprime y nos enclaustra. Estos tiempos por demás complejos, en los que se nos exilia entre las paredes desquebrajadas del propio mundo en que vivimos, deben servirnos para poner en marcha la conciencia como herramienta emancipadora, como crítica de la razón y la sinrazón que enfrentamos. La crisis humanitaria pone en peligro la existencia de nuestra especie y a las demás especies, al planeta mismo, nuestro llamado hogar, al cual nos encontramos confinados sin escapatoria. Si esto es verdad, entonces ¿por qué nos empeñamos en destruir nuestro entorno e incrementar el daño social-económico que pesa sobre millones de seres humanos?
Se ha pretendido convertir la vida en una mercancía, se le fijan valores de cambio y de uso que la despojan de su esencia original, una esencia que no es cuantificable en términos mercantiles, pero que el sistema comercializa al instante en que se le condona su continuidad mediante el consumo de otras mercancías, haciendo con intención declarada una ecuación deshumanizante que amenaza la existencia misma del ser humano.
Por eso una de las primeras cuestiones que resaltaron en la escena mundial al declararse la pandemia por la propagación masiva del coronavirus fue la endeble situación de la existencia de millones de seres humanos a lo largo del mundo, debida a que las condiciones económicas de empobrecimiento, explotación y marginación se incrementaron con los años. La desarticulación de derechos sociales, como la salud y el trabajo, manifiesta su repercusión agudizada con los efectos la pandemia que ahora sobrellevamos.
Otro de los efectos secundarios de la pandemia del coronavirus, potencializado por los medios de comunicación y los centros del poder “hegemónico”, es la discriminación del saber y la información difundida. Se habla hasta el cansancio de la crisis que se vive en países europeos o en los Estados Unidos, nación que ya encabeza la lista de contagios en el mundo, ¿pero qué pasa en continentes como África, el resto de Asia y Oceanía? Y, en el caso de América Latina, ¿cuál es la situación que se vive en las naciones caribeñas y centroamericanas de las que no se habla? El constante silencio sobre realidades diferentes a las que marca el canon occidental denota la continua colonialidad del saber que en pleno siglo XXI se muestra como herramienta de discriminación y segregación, tal y como fuera usada originalmente durante los años del establecimiento de los dominios coloniales.
En este contexto de utilización del saber, piénsese en los conocimientos diametralmente opuestos al occidentalismo como son la diversidad de saberes emanados de las culturas originarias de nuestra América, al igual que de las culturas milenarias del resto del mundo; por ejemplo, la gran riqueza cultural de los pueblos asiáticos y africanos, que podrían dar luz para enfrentar el flagelo que significa la actual pandemia que afrontamos. La marginación que provoca el eurocentrismo de otro tipo de conocimientos surgidos de formas distintas de relacionarse entre humanos y con la naturaleza podría ser el camino de luz que ahora necesitamos. No se trata aquí de desprestigiar la ciencia ni sus aportes, pero sí se trata de reconocer que el desarrollo científico desapegado de los principios humanistas ha olvidado y/o sometido las aportaciones que darían el ejercicio de escuchar con humildad la experiencia milenaria de sobrevivencia. Además, la ciencia usada como parte del “desarrollo civilizador”, también ha sido partícipe de procesos contrarios al bienestar de la humanidad.
El panorama es muy complejo, el futuro de la humanidad peligra por las políticas capitalistas e imperialistas que en este contexto han quedado evidenciadas nuevamente por su inhumanidad. El reto inmediato es garantizar las vidas de todos y todas, las luchas necesarias y venideras están en el marco del respeto y aplicación de los derechos laborales, la organización es indispensable para la planeación de políticas socialistas que beneficien a la humanidad y contribuyan a erradicar la pandemia mayor que por siglos ha oprimido y explotado a lo largo de todo el orbe. Hagamos de estos tiempos de confinamiento tiempos reflexivos que nos permitan volver al sueño original de un mundo mejor. Poner fin al ya degrado sistema capitalista es y será un acto real de amor y conciencia en favor del porvenir de la humanidad.
La crisis de humanidad, que afrontamos desde tiempo atrás, ahora tiene con la aparición de nuevas pandemias (recuérdese a la influenza) un gran reto en pleno siglo XXI, época que, dicho de paso, fue ideada y soñada como aquella en que la humanidad habría superado muchos de los lastres que aún continuamos sufriendo, en la literatura como en textos científicos hay testimonios de lo anterior, visiones futuristas alcanzaron a señalar el desarrollo tecnológico, pero también supusieron el malestar de nuestros pueblos por acciones equívocas o contrarias para el bienestar. Hoy vivimos como espejo algunas de esas advertencias que no escuchamos, lo sorprendente que resultan muchos de los inventos más novedosos de la ciencia y la tecnología quedan inservibles ante la mutación de un virus, mutación que además en muchos casos que registra la historia ocurre por la manipulación de seres humanos. La ponderación de lo que se ha llamado “progreso” y equiparado con bienestar fracasó innegablemente, pero hasta la fecha gobiernos y políticas capitalistas se empeñan en la terquedad buscando que la ecuación funcione. La realidad es que la humanidad se ha llevado al borde de sí misma por la depredación de la naturaleza, la desarticulación de la seguridad social (salud, trabajo, hogar) y el deseo de acumulación a que conduce la avaricia inscrita en el ADN del propio sistema. La pandemia mayor es la vorágine capitalista desde hace siglos.
Revertir el daño que se ha causado al medio ambiente y a la humanidad en general no consiste únicamente en seguir al pie de la letra las indicaciones que ahora asumimos y acatamos por salud social para el combate de la pandemia del coronavirus, requerimos replantear desde la raíz la forma de relacionarnos como seres humanos con nuestro entorno natural, y no hacerlo desde la profundidad de las entrañas del propio sistema que nos rige. Dicho de otra manera, hay que desgranar cada uno de los elementos sistémicos que nos han llevado a esta situación, cuestionarlo todo para poder ir rearmando el rompecabezas social desde una estructura basada en una lógica diametralmente opuesta al capitalismo que ahora nos oprime y nos enclaustra. Estos tiempos por demás complejos, en los que se nos exilia entre las paredes desquebrajadas del propio mundo en que vivimos, deben servirnos para poner en marcha la conciencia como herramienta emancipadora, como crítica de la razón y la sinrazón que enfrentamos. La crisis humanitaria pone en peligro la existencia de nuestra especie y a las demás especies, al planeta mismo, nuestro llamado hogar, al cual nos encontramos confinados sin escapatoria. Si esto es verdad, entonces ¿por qué nos empeñamos en destruir nuestro entorno e incrementar el daño social-económico que pesa sobre millones de seres humanos?
Se ha pretendido convertir la vida en una mercancía, se le fijan valores de cambio y de uso que la despojan de su esencia original, una esencia que no es cuantificable en términos mercantiles, pero que el sistema comercializa al instante en que se le condona su continuidad mediante el consumo de otras mercancías, haciendo con intención declarada una ecuación deshumanizante que amenaza la existencia misma del ser humano.
Por eso una de las primeras cuestiones que resaltaron en la escena mundial al declararse la pandemia por la propagación masiva del coronavirus fue la endeble situación de la existencia de millones de seres humanos a lo largo del mundo, debida a que las condiciones económicas de empobrecimiento, explotación y marginación se incrementaron con los años. La desarticulación de derechos sociales, como la salud y el trabajo, manifiesta su repercusión agudizada con los efectos la pandemia que ahora sobrellevamos.
Otro de los efectos secundarios de la pandemia del coronavirus, potencializado por los medios de comunicación y los centros del poder “hegemónico”, es la discriminación del saber y la información difundida. Se habla hasta el cansancio de la crisis que se vive en países europeos o en los Estados Unidos, nación que ya encabeza la lista de contagios en el mundo, ¿pero qué pasa en continentes como África, el resto de Asia y Oceanía? Y, en el caso de América Latina, ¿cuál es la situación que se vive en las naciones caribeñas y centroamericanas de las que no se habla? El constante silencio sobre realidades diferentes a las que marca el canon occidental denota la continua colonialidad del saber que en pleno siglo XXI se muestra como herramienta de discriminación y segregación, tal y como fuera usada originalmente durante los años del establecimiento de los dominios coloniales.
En este contexto de utilización del saber, piénsese en los conocimientos diametralmente opuestos al occidentalismo como son la diversidad de saberes emanados de las culturas originarias de nuestra América, al igual que de las culturas milenarias del resto del mundo; por ejemplo, la gran riqueza cultural de los pueblos asiáticos y africanos, que podrían dar luz para enfrentar el flagelo que significa la actual pandemia que afrontamos. La marginación que provoca el eurocentrismo de otro tipo de conocimientos surgidos de formas distintas de relacionarse entre humanos y con la naturaleza podría ser el camino de luz que ahora necesitamos. No se trata aquí de desprestigiar la ciencia ni sus aportes, pero sí se trata de reconocer que el desarrollo científico desapegado de los principios humanistas ha olvidado y/o sometido las aportaciones que darían el ejercicio de escuchar con humildad la experiencia milenaria de sobrevivencia. Además, la ciencia usada como parte del “desarrollo civilizador”, también ha sido partícipe de procesos contrarios al bienestar de la humanidad.
El panorama es muy complejo, el futuro de la humanidad peligra por las políticas capitalistas e imperialistas que en este contexto han quedado evidenciadas nuevamente por su inhumanidad. El reto inmediato es garantizar las vidas de todos y todas, las luchas necesarias y venideras están en el marco del respeto y aplicación de los derechos laborales, la organización es indispensable para la planeación de políticas socialistas que beneficien a la humanidad y contribuyan a erradicar la pandemia mayor que por siglos ha oprimido y explotado a lo largo de todo el orbe. Hagamos de estos tiempos de confinamiento tiempos reflexivos que nos permitan volver al sueño original de un mundo mejor. Poner fin al ya degrado sistema capitalista es y será un acto real de amor y conciencia en favor del porvenir de la humanidad.
Cristóbal León Campos es historiador por la Universidad Autónoma de Yucatán, editor de Disyuntivas. Cuaderno de Pensamiento y Cultura y autor de En voz íntima. Coordinador de la Cátedra Libre de Pensamiento Latinoamericano “Ernesto Che Guevara”. Integrante fundador de la Red Literaria del Sureste México-Nuestra América.
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